UN PEQUEÑO DIAMANTE ZURDO
Corría el año 1983. Aquel atardecer de primavera, Walter regresaba a casa luego de haber andado todo el día a bordo de su destartalado R4. Había recorrido media ciudad visitando clientes, pero el resultado no era alentador. La venta de repuestos estaba muy difícil, por eso el había comenzado a incursionar en otra actividad totalmente distinta, que hasta le quitaba el sueño en algunas oportunidades, aunque en otras le permitía soñar. Aquella actividad consistía en organizar y dirigir una escuelita de fútbol infantil, tarea que por entonces, el fenómeno “Maradona” había impulsado fuertemente. También la demanda de futbolistas juveniles desde Europa se hacía sentir; el nivel de los sueldos en el fútbol se había elevado a cifras increíbles y las competiciones infantiles comenzaban a edad cada vez más temprana.
El Club Alba, de J. V. González y Marcos Sastre, le había encargado a Walter la organización del fútbol infantil y su escuelita. Tarea nada fácil, ya que a menos de cinco cuadras de distancia, el Club Parque monopolizaba casi toda la actividad futbolística infantil del barrio; y que además aseguraba la continuidad en Argentinos Juniors, de donde surgieron valores tales como: Sergio Batista, Silvio Rutman, Fernando Redondo, Diego Cagna, Leonel Gancedo, Cristian Traverso y otros. Pero había algo que Walter capitalizaba a favor y era la amistad que lo ligaba a Ramón Maddoni, que junto a José Batista, dirigían el fútbol en el Club Parque, y que solía asesorarlo, y en algunas ocasiones, hasta le facilitaba jugadores para completar los equipos en torneos donde Parque no participaba.
Envuelto en esos pensamientos se encontraba entonces Walter, cuando al llegar a la plaza de Mercedes y M. Cervantes, reparó en un pequeño que jugaba con una pelota. Le llamaron la atención las maniobras que el chiquilín realizaba con precisión, haciendo jueguitos que denotaban una habilidad precoz y su condición de zurdo.
Walter dudó poco, se acercó al pequeño, que estaba acompañado de su padre, le preguntó su edad: 7 años; si integraba algún equipo: No; si vivía en el barrio: tampoco. El padre respondió la requisitoria mostrando poco interés. No obstante Walter insistió; estaba acostumbrado a insistir. Recordó que necesitaba completar los equipos de infantiles para intervenir en el próximo torneo. La invitación a integrarlo, una tarjeta del Club Alba, y un intercambio de teléfonos, cerró aquel encuentro.
El siguiente contacto fue telefónico; Walter les reiteró la invitación a conocer el club y a participar en una práctica, al pequeño. Entre los argumentos, le deslizó la idea de probarlo de wing izquierdo, sabiendo que la posibilidad de hacer goles entusiasma a los niños.
El argumento resultó bueno; padre e hijo, se hicieron presentes el día de la práctica. El pequeño zurdo mostró su habilidad, su empeño y su vocación goleadora, destacándose notoriamente de sus pares.
La alegría de Walter por el hallazgo era muy grande, pero no alcanzaba para resolver el problema de fondo, que era, cómo integrar los equipos de las diferentes categorías. Le faltaban 30 jugadores de distintos puestos y edades.
Fue entonces, que se le ocurrió pedirle nuevamente a Ramón los jugadores necesarios para integrar todos los equipos. Claro, que para congraciarse, le comentó que tenía un pequeño diamante en bruto que estaba dispuesto a ceder a cambio, si obtenía lo que necesitaba.
Ramón Maddoni y José Batista asistieron a una práctica en la que participaba el pequeño zurdo.
El resultado fue que Walter solucionó su problema, Ramón le cedió 35 jugadores. El pequeño diamante zurdo se fue con Ramón.
La dificultad mayor fue para Ramón, que tuvo que convencer al pequeño zurdo, que el puesto que mejor se adaptaba a sus condiciones era el de marcador. El niño contestó que sólo lo aceptaría con una condición, que le permitiera hacer goles, porque eso era lo que más le gustaba. Ramón aceptó la condición. Aquel pequeño zurdo se llamaba Juan Pablo Sorín… Y siguió haciendo goles.
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